Prevención de la violencia

Para la ciencia.
La violencia es una de las principales causas de muerte prematura. En 2017, se produjeron 39,773 muertes relacionadas con el uso de armas de fuego en los Estados Unidos. El 60% de esos casos (23,854) fueron suicidios.[1] Aproximadamente una de cada tres mujeres y uno de cada cuatro hombres ha sufrido algún tipo de violencia física infligida por su pareja,[2] y una de cada seis mujeres en los Estados Unidos ha sido víctima de violación o intento de violación.[3] En el último año, uno de cada siete niños denunció haber sido víctima de abuso y negligencia infantil, aunque los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) informan que esta es probablemente una cifra aproximada baja.[4] La violencia afecta a personas de todas las edades y razas, pero tiene un impacto desproporcionado entre los adultos jóvenes y las comunidades de color. Por ejemplo, el índice de personas de raza negra que la policía mata es tres veces mayor al de las personas de raza blanca.[5]

Para la acción.
Como profesionales de la salud pública, consideramos que la prevención de la violencia, particularmente la violencia armada, es la crisis de salud pública de nuestra vida. Inste a quienes formulan políticas a proporcionar financiamiento para la investigación[6] a la par con la epidemia de violencia armada de la nación, y pida a los legisladores[7] que aprueben medidas sensatas que reduzcan el riesgo de muerte y lesiones por el uso de armas. Trabaje con colegios y universidades sobre formas de prevenir la violencia sexual, como ofrecer capacitación sobre la intervención de testigos. Promueva el apoyo a las víctimas de la violencia sexual, por ejemplo, ofreciendo servicios de información sobre traumas.[8] Conozca las estrategias basadas en la comunidad para crear los tipos de entornos "seguros, estables y enriquecedores" que ayudan a prevenir el abuso y la negligencia infantil.[9] Abogue por soluciones impulsadas por la comunidad para la prevención de la violencia que identifiquen y apunten a la raíz de la violencia.

Para la salud.
Si bien se necesita mucho más estudio, la investigación ya muestra que las leyes de seguridad en el uso sensato de armas pueden marcar la diferencia. Por ejemplo, los investigadores descubrieron que, en los años posteriores a la ley de permiso de compra de armas de Connecticut, los homicidios con armas de fuego disminuyeron un 40%.[10] (Consulte el estudio de Connecticut y mucho más en la publicación American Journal of Public Health (Revista Americana de Salud Pública) de la Asociación Americana de Salud Pública (APHA, por sus siglas en inglés). Esta asociación se ha comprometido a hacer que toda su investigación sobre la violencia armada sea de acceso abierto.[11]) Las intervenciones en salud pública más tradicionales también pueden marcar la diferencia. Se ha demostrado que los modelos de visitas domiciliarias[12] disminuyen considerablemente el riesgo de maltrato infantil. Los modelos liderados por la comunidad pueden ser especialmente efectivos a la hora de prevenir la violencia. El innovador modelo Cure Violence[13] (La solución a la violencia) — que adopta métodos típicamente asociados con el control de enfermedades y los aplica a la prevención de la violencia — ha redundado en bajas significativas en la violencia armada en el ámbito local.

Para la justicia.
Cuando hay desinversión en las comunidades y hay violencia en los vecindarios, es más probable que los niños sufran abusos o negligencia en el hogar. Los factores de riesgo comunitarios incluyen altos índices de pobreza, inestabilidad residencial, desempleo y una alta concentración de establecimientos para comprar alcohol.[14] El desarrollo de la comunidad es una manera efectiva de interrumpir los ciclos de pobreza mediante la satisfacción de las necesidades básicas de la comunidad, poniendo a disposición de todos una buena educación e invirtiendo en comunidades para mejorar la seguridad financiera de los habitantes.[15] Un enfoque de salud pública para la prevención de la violencia fomenta normas y relaciones de género saludables, refuerza los servicios de información sobre traumas y aborda el racismo.[16] La exposición a la violencia es un indicador clave de la violencia futura; por lo tanto, debemos trabajar para desmantelarla desde la raíz y emplear un enfoque ascendente que reconozca la violencia como prevenible y no inevitable.